Creo que ese sería un buen resumen de mi experiencia.
Hay muchas motivaciones para hacer el SVE, en mi caso, tras un año en paro desde que había terminado la carrera, veía que necesitaba oxigenarme, que necesitaba ver otros horizontes y estar ¨en movimiento¨ otra vez, encontrar algo que me motivase de nuevo. Tenía claro que quería que fuese un proyecto de exclusión social y que me motivase. Así terminé finalmente en Eslovaquia, en una pequeña ciudad de algo más de 20.000 habitantes en medio de las montañas llamada Liptovsky Mikulás.
Mi función allí fue trabajar en un centro comunitario con población romaní en el poblado donde viven. En torno a mil personas viviendo allí en una ciudad de ese tamaño, con tan grande irrelevancia que ni existe un censo adecuado a pesar de que viven allí desde hace unos 40 años. Mi horario era claro: por las mañanas guardería con los niños de 3 a 5 años en la que, además de proponer una alternativa de ocio se les enseñaban cosas básicas para el exámen de acceso a la Educación Primaria que tienen que realizar a los 5 años (o 6 en algunos casos) y que marcará su acceso a educación normalizada o especial. Por las tardes íbamos allí a ayudar a los que ya estaban en la escuela con deberes y también algo de ocio (bailes, juegos, concursos etc). En mi caso también terminé echando una mano como lector de castellano para un grupo de estudiantes que estaban preparando el B1.
Os sorprenderá lo sencillo que resulta la comunicación aún cuando no conoces un idioma tan complicado. Las miradas hablan por si solas, y la actitud aún más. Podíamos ayudar con los deberes, los números y las formas son números y formas, y puedes ayudar con matemáticas, geometría y hasta aprender poco a poco el idioma con los más pequeños mientras les echas una mano en lengua.
En el plano de la experiencia personal solamente puedo hablar cosas buenas, aunque el comienzo fue duro y lo suele ser (no conoces a gente, crees que nadie habla inglés, no conoces a otros voluntarios…). Pero, oh sorpresa, llega el OnArrival Training y te encuentras a voluntarios que viven cerca de donde estás. En mi caso, al ser un país pequeño, acostumbrábamos a vernos casi todos los fines de semana en el piso de uno, de otro o yendo de viaje a Budapest o Praga por ejemplo. Formamos un grupo que ahora, casi 2 años después de separarnos, aún estamos en contacto.
Os recomiendo que os dejéis llevar por la experiencia, meteos en su cultura, no seáis turistas sed uno más, intentad que al final de vuestra experiencia un ¨hola que hay?¨ sea un saludo normal allá donde vayas (bar, restaurante, discoteca, tiendas etc) ya que terminas siendo una cara conocida. Disfrutad de las noches de fiesta en pueblos donde sólo hay un bar que abra de noche, de los trenes nocturnos volviendo de discotecas, de esos padres que te ven en el mercado de las fiestas patronales y te saludan, de ese respingo de ¨oh, viene a actuar un grupo español o latino a la ciudad, vamos a saludar¨, de otros ambientes, andad, andad mucho buscad conocer palmo a palmo todo vuestro entorno, la aldea de la montaña, la iglesia de al lado del lago, el café con posos de la cabaña de montaña, los conciertos de grupos locales de los que terminas aprendiendo sus canciones pero no tienes ni idea de lo que dices, el teatro, el arte, la cantidad de intelectuales de los que ni habías oído hablar, comidas, olores, bebidas… En suma, situaciones que hagan de ello una experiencia completa como lo fue para mí. Puedo asegurar que no conozco a nadie a quién el SVE no le haya cambiado, le haya hecho más consciente de su entorno y valorar más lo que tiene, es una experiencia muy diferente a lo que es una beca Erasmus, aquí estás obligado a mezclarte con la población autóctona.
Creo que no puedo recomendar más el SVE, si tenéis la oportunidad, cogedla. Y luego la vida te lleva por derroteros inesperados.En mi caso tras mi año de SVE voy camino de 2 años trabajando en Brno, en la República Checa, a unas 4 horas de donde vivía en una de las mayores multinacionales del mundo.
Joaquín.